No escribo para mis amigos

A menudo, cuando compartimos algo con el mundo, esperamos una reacción, ya sea positiva o negativa, pero esperamos algo. Buscamos que nos entiendan, que nos apoyen, que nuestras palabras generen algún impacto.
Pero ¿qué pasa cuando esa reacción no llega de quienes pensamos que la darían? ¿Qué pasa cuando el silencio viene justamente de nuestro círculo más cercano?
Es probable que experimentemos emociones de desconcierto, tristeza o incluso decepción – No digo que sea el caso de todos -. Pero lo cierto es que casi siempre esperamos aliento de quienes más cerca tenemos, y cuando no ocurre, sentimos que algo falta o falla.
Pero, ¿sabes algo? Ese no es el verdadero problema.
Déjame contarte mi caso. Durante años viví observando y analizando diferentes situaciones, personas y comportamientos. Muchas veces me mantuve al margen de cuestionar ciertas acciones, pero hoy, poco a poco, voy ganando autoridad y ya no me relego más. Con el tiempo entendí que uno no tiene que hacer o crear buscando la aprobación de los demás. No puedes hacerlo para los amigos ni por los amigos. En mi caso, ya no lo hago más.
Y no porque no los quiera o no los valore, sino porque descubrí que muchas veces el aplauso más sincero no viene de quien te conoce de años, sino de un completo desconocido que encuentra verdad en lo que haces o compartes. Aunque, claro, también hay personas de nuestro círculo cercano que sí valoran lo que uno hace y lo reconocen con sinceridad, y eso es invaluable.
Hoy entiendo con claridad hacia dónde deben ir mis palabras. No escribo para ganar simpatías pasajeras ni para sumar seguidores sin sentido. Escribir solo para agradar sería disfrazar la realidad, maquillar las palabras para que nadie se ofenda o callar lo que incomoda. Eso no es escribir, eso es negociar con tu voz.
Yo no escribo con la única finalidad de agradar a los demás, sino con el deseo de ser honesto. Y sé que la honestidad, aunque necesaria, no siempre resulta cómoda: a veces duele, a veces incomoda, y otras veces revela lo que muchos prefieren callar. Para mí, escribir es un acto de libertad: es la forma en la que ordeno mis ideas, encuentro claridad y expreso lo que realmente pienso. No escribo para que mis amigos me aplaudan ni para que mi familia se sienta orgullosa y me lo reconozca. Escribo porque algunas cosas merecen ser dichas tal como son, sin filtros ni restricciones.
Con el tiempo comprendí que el círculo más cercano no siempre es el que más apoyo da. A veces hay celos, a veces envidia, y otras veces simple indiferencia. Y está bien: no todos tienen que aplaudir. Mi propósito no es coleccionar palmaditas en la espalda, sino inspirar desde mi posición: con mis textos, con mis frases, con mi podcast y, pronto, con más escritos.
No escribo para mis amigos.
Escribo para quienes valoran de verdad lo que hago. Para quienes encuentran fuerza en mis palabras, aunque no me conozcan. Para quienes sienten que mis ideas les hablan directo, sin adornos ni disfraces. A ellos los agradezco y les guardo un cariño especial, porque son mi verdadero público.
Y eso es algo que cada persona puede descubrir: que no necesita la aprobación de todos, ni siquiera de la familia o de los amigos. El verdadero valor está en hacer lo que te hace feliz, en mejorar cuando es necesario, en crecer, pero nunca en vivir con la obsesión de agradar a todo el mundo.
Tampoco digo que todo lo que escribo o digo tenga razón absoluta. Probablemente en algunos puntos me equivoque, en otros logre identificarme contigo y, en algunos más, no estés del todo de acuerdo. Y eso está bien. Siempre aceptaré un feedback con buena intención, porque creo que cada día es una nueva oportunidad para empezar y mejorar. Todo es bienvenido.
Y entonces, volviendo a lo que decía al inicio: el verdadero problema no es que tu familia o tus amigos no te valoren como esperas. El verdadero problema es dejar de hacer lo que amas por miedo a esa falta de valoración. El error sería vivir condicionando tu voz, tus sueños o tus acciones a la reacción de otros.
Ahora bien, quiero dejarte un mensaje:
La autenticidad no siempre será cómoda ni celebrada, pero siempre será valiosa. No escribas, no hables, no actúes ni vivas con la idea de agradar a los demás. Hazlo por ti, porque te hace feliz. Hazlo para inspirar, para dejar huella. El público correcto llegará solo, y lo hará porque conectó contigo, no porque lo buscaste a la fuerza. El mundo es tan grande y tan bonito, que siempre habrá alguien dispuesto(a) a conectar contigo y con lo que haces.
Y si alguna vez dudas, recuerda mis palabras:
“No escribo para mis amigos.
Escribo para quien, al leerme, descubra también su propia voz”.